PILAR MARTÍN PLAZA Y MARÍA DEL CARMEN GARCÍA FRAILE

 

Carteras


PILAR MARTÍN PLAZA


MARÍA DEL CARMEN GARCÍA FRAILE




Conquista laboral

Muchos han sido los avances que se han ido produciendo en nuestra sociedad para superar la desigualdad entre hombres y mujeres.  Uno de los más importantes: la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Un hito que sin duda marcó un antes y un después. Aunque a veces las mujeres que iniciaron esa andadura no son conscientes de que sus huellas marcaron el camino de las mujeres que veníamos detrás.

 Es el caso de Pilar Martín Plaza y María del Carmen García Fraile dos mujeres que se convirtieron en carteras de Suances y de Hinojedo en un momento en el que ésta era una profesión desempeñada normalmente por los hombres.

Ellas, con su ejemplo, contribuyeron a normalizar estos cambios y a lograr la aceptación social, rompiendo prejuicios y demostrando que mujeres y hombres somos igualmente válidos.

No cabe duda de que en el campo del mercado laboral se han dado muchos pasos… aunque todavía queda mucho por hacer.


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El primer contacto que tuve con la cartería de Suances se produjo cuando llegué a mi lugar de trabajo, que era un habitáculo pequeño y estrecho, situado en la mitad del despacho de la parte izquierda del Hall del Ayuntamiento, en que la mitad era Correos y la otra mitad una consulta médica.  Y, por supuesto, abarrotado de cartas y paquetes.

Antes que yo tres personas más (tres hombres) habían intentando, sin éxito, ocupar aquel puesto y el trabajo atrasado de muchos días se acumulaba en la mesa, la estantería y hasta en  el suelo (con varias “sacas” acumuladas). Era abrumador.

Pero no quise tirar la toalla. Más bien no me podía permitir el lujo de hacerlo. Tenía UNA oportunidad, LA oportunidad. Sabía que no habría muchas más oportunidades para una mujer como yo. 

Tras el fracaso de mis tres antecesores, decidí contactar con la oficina de correos de Torrelavega y pedir que me dejasen intentarlo a mí.

Me remangué y comencé a poner orden en aquel pequeño despacho que, aún no lo sabía, se convertiría en casi una segunda casa para mí: la cartería de Suances.

Los inicios fueron duros. No sólo por el pequeño- gran desorden acumulado, sino porque el reparto era (¡cómo no!) a pie. El día a día era agotador. Primero, recoger el correo que llegaba en autobús hacia las 9.00 de la mañana, para pasar a atender en el despacho a los vecinos y vecinas. Trabajo administrativo que se dice. Antes del mediodía no finalizaba la atención al público.

Después, comenzaba el reparto. Recorrer todo el pueblo andando era duro. Y más cargada, claro. Recuerdo que al principio me entregaron una alforja de cuero. Muy resistente… pero muy pesada. Tuve que cambiarla por otra mochila no tan robusta pero un poco más ligera y manejable. Perfecta para una cartera como yo.

Y por último, sin pausa pero sin prisa, de vuelta al despacho. Era obligatorio llegar antes de las 14.30 horas de la tarde, porque el autobús no espera y había que enviar la correspondencia y cuadrar las cuentas, giros pagados, reembolsos cobrados, certificados, paquetería,…. Puntualidad británica para el envío a Torrelavega y después continuar con el reparto. Jornadas intensas y agotadoras. Pero también gratificantes.

¿He comentado ya que los inicios fueron difíciles? Lo fueron. Porque además es difícil entregar una carta cuando las calles no tienen nombre. Sí existían zonas que te deban “pistas”. La zona de La Ribera, La Gerra, La Cuba,…  No era gran cosa, pero era algo.

Tampoco tenían nombre los vecinos y vecinas. Bueno, sí lo tenían… pero nadie los sabía. Porque lo que se usaba en aquella época eran los motes. Todos conocíamos a nuestros vecinos por algún apodo y así, era difícil conocer el destinatario de cada carta por su nombre y apellidos. Afortunadamente conté con la ayuda de “Cachito” y “Pepe El Guardia”, que ellos sí que conocían los nombres propios de cada persona. Y así poco a poco fui identificando a todos los vecinos.

También eran complicados los veranos por la gran cantidad de turistas que pasaban en Suances la época estival. Y claro, a todos ellos les gustaba recibir el periódico en casa a diario lo más pronto posible, (El Norte de Castilla, El Diario de Burgos, ABC,…). Conclusión: más paquetes a entregar. Hasta el punto de que en verano se contrataba a dos jóvenes de refuerzo para las zonas de la Playa y de La Ribera (que es donde mayor incremento de turistas se daba).

Y sin olvidarse de las campañas electorales… todos los partidos querían que su propaganda y sus papeletas se repartiesen lo más cerca posible del día de las elecciones. ¡Menudo estrés!

Con el tiempo el pueblo fue creciendo y recuerdo, con alegría, el día en que el Delegado provincial de Correos de Santander me comunicó que, debido al incremento de envíos que estaba teniendo la oficina de Suances, se iba a contratar una persona, por dos horas diarias. Desde ese día, pude contar con Jesús, empezó con dos horas pero poco a poco fue aumentando su jornada y fuimos compartiendo muchas horas de oficina y muchos duros inviernos repartiendo. Más tarde, también Julián, ¡cuánto me ayudaron los dos, cuanto les tengo que agradecer su apoyo y su cariño!

Ha pasado mucho tiempo y lo cierto es que no me arrepiento de haberme animado aquel día a llamar a la puerta de Correos, ni de haberme esforzado tanto para aprobar la oposición a los pocos meses de empezar y poder así conservar este empleo, ni de haber trabajado durante 30 años llevando casa a casa las cartas (con las esperadas noticias de los seres queridos). Sin duda, de lo más gratificante de mi trabajo.

Quiero añadir también mi más sincero agradecimiento a los vecinos y vecinas que, durante todos aquellos años, me han ayudado con su ánimo y afecto, haciendo que mi trabajo fuese un poquito más fácil, me trataban fenomenal y estoy muy agradecida. Saber que cuentas con el aprecio de tantas personas en sin duda el mejor de los premios.

Pero además ahora, echando la vista atrás, soy consciente de algo que en ese momento no sabía. Y es que mis pasos, junto a los dados por otras mujeres como yo, ayudaron a avanzar en el camino de la igualdad. Una senda construida gracias a la suma de pequeñas conquistas diarias por la que debemos aprender a caminar todos y todas juntas. Un orgullo haber aportado mi granito de arena…

 


Pilar


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La cartera rural de Hinojedo

Fue en el año 1962 cuando con 17 años comencé mi trabajo en la Cartería Rural de Hinojedo. En aquellos tiempos los padres de una familia numerosa y modesta como la nuestra, solían optar porque algún miembro de la misma, principalmente varones, tuviera la oportunidad de acceder a realizar estudios superiores, lo que llamábamos “una carrera”. Y yo, como era mujer, no tuve ocasión de participar en ese festín. Ignoro si hubiera valido para ello, pero siempre consideré una injusticia no haber tenido la oportunidad de comprobarlo. No obstante, en aquellas circunstancias los demás miembros de la familia estábamos obligados a aportar nuestro esfuerzo para cooperar en el bienestar y el desarrollo familiar, dado lo cual, al haber renunciado el titular responsable de la Cartería de Hinojedo, mi padre solicitó en Correos la vacante con la idea de que fuera yo quien la llevase y se la concedieron.

En principio, y a pesar de llevar todo el reparto, recogida, etc., al ser menor de edad, no pude figurar como titular de la cartería, siendo mi padre y mi hermano mayor los titulares hasta que cumplí la mayoría de edad. El servicio abarcaba los pueblos de Hinojedo, Cortiguera, Puente Avíos y Ongayo. Al principio, el reparto hube de realizarlo a pie y, a medida que crecían los habitantes de los diferentes pueblos y aumentaba la demanda del servicio de Correos, primero en bicicleta y después en motocicleta. El recibo y la entrega de la correspondencia la realizaba todos los días en la línea de autobuses Suances – Torrelavega.

Al ser mi primer trabajo, lo acepté con gran ilusión, y a poco me di cuenta de la gran responsabilidad que entrañaba la cartería y el manejo de documentos, giros, certificados, etc., y el tiempo que absorbía, dado que el servicio requería también un horario de oficina para recoger y enviar la correspondencia nacida. En aquellos tiempos, desgraciadamente la mayoría de los caminos, exceptuando la carretera principal, eran de tierra, estrechos, sinuosos, y con lluvia y en invierno era un verdadero calvario repartir la correspondencia.

Poco a poco los caminos y carreteras fueron mejorando y la inclusión de la motocicleta en el servicio alivió el reparto, aunque por otra parte la explosión demográfica habida en el municipio a finales del pasado siglo y comienzos del presente, junto a un sensible aumento de los productos postales, hizo muy difícil cumplir el servicio por una sola persona. Cercana la jubilación, después de 43 años de servicio, una inesperada enfermedad ósea me obligó a jubilarme anticipadamente.

He de manifestar que mi trabajo en la Cartería, aunque duro y exigente, también era muy estimulante puesto que hacer llegar a los vecinos con la mayor prontitud las noticas y la gestión era muy satisfactorio.

 

Mª Carmen


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